lunes, 30 de junio de 2008

JARDÍN DE OJOS


Cultivamos con mi hija un jardín de ojos. Los primeros, que florecieron a la luz de la luna, se los extraje a mi esposo con mis uñas filosas y blancas. Después completé el jardín con ojos amarillos y azules, que trajimos de una ciudad cercana a nuestra casa.
Por la mañana, el jardín, se alimenta con noticieros, documentales y telenovelas. He comprado una gran cantidad de televisores y fotografías para que los ojos florezcan cada vez más bonitos, y para que además, nos miren pasar besándonos como dos preciosas ninfas.
La reproducción de estos extraños vegetales es sencilla. Sólo basta que se miren entre ellos, y así se multiplican. Algunos mueren simplemente por no poder cerrar sus pestañas en la noche. Pero los nuevos nacen cada vez más hambrientos de imágenes, sean del color que sean. Me tengan a mí o a ella entre sus pupilas. La tengan a ella desnuda entre sus iris. O tengan solamente a las nubes meciéndose celestes en el cielo.
Con el tiempo, mi hija se volvió una experta. A algunos, que estaban miopes, les puso lentes de contacto, y a otros, los operó como una experimentada irióloga.
Cuanto más se agiganta el jardín, más me encanta mirarlo. Pero mi hija es muy inteligente, sabe que un día no podré levantarme más y que no tendré fuerza para regarlos. Es por eso que accedí a una de sus propuestas, que me pareció muy interesante.
Mañana serán mis ojos los que estén allí, florecidos como dos rosas rojas. Ella, me los está arrancando lentamente con un bisturí. Después de todo, será hermoso dedicarme a mirar programas de televisión para que cuando sea ojo, luzca cada día más bello. Y verla pasar a ella, tan bonita, cuando se encargue de regar mis pétalos y cuidar de mis raíces.

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